Hebreos.
Libro del Nuevo Testamento que explica como Jesucristo ha sustituido al judaísmo como la perfecta revelación de sí mismo. Comienza con un bello tributo a la persona de Cristo (He. 1.1–3), y a través de sus páginas exhorta a los lectores a aferrarse a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote. Al hacerlo utiliza ampliamente numerosas citas del Antiguo Testamento e imágenes para demostrar que Jesucristo es el todo suficiente mediador entre Dios y el hombre.
Estructura Del Libro
A lo largo de la historia cristiana se le ha llamado epístola. Sin embargo, no tiene todas las características de una EPISTOLA, pues carece de algunos de los rasgos formales de tal género. Aunque tiene una conclusión epistolar (He. 13.22–25), no menciona su autor y no contiene saludos ni acción de gracias por sus destinatarios. Hebreos es más bien un sermón extenso o varios sermones unidos. El autor mismo le da el calificativo de ≪palabra de exhortación≫ (He. 13.22).
En la primera parte de la obra (He. 3.7–4.13), el autor demuestra que Jesucristo es el Hijo de Dios y, por ende, superior a los ángeles (He. 1.1–2.18) y a Moisés (He. 3.1–6). Esta parte contiene una advertencia de que no se deben perder las bendiciones “reposo” de Dios por incredulidad, como lo hicieron en el desierto los israelitas.
La segunda parte se extiende hasta He. 10.18, y se demuestra que Cristo es el perfecto Sumo Sacerdote debido a que tiene la capacidad de compadecerse de nosotros y fue completamente obediente a Dios (He. 4.14–5.10). Advierte entonces el peligro que representa abandonar la fe (He. 5.11–6.20), tras lo cual presenta a Jesucristo como Sumo Sacerdote del orden de Melquisedec (He. 7.1–28). Este sacerdote, que se menciona en Génesis 14.18– 20 y después en Salmos 110.4, es semejante a Cristo en el sentido de que, a diferencia de Aarón, surge en la historia sin predecesores ni sucesores. Era, pues, sacerdote para siempre, como Jesucristo (He. 7.1–3). En esa calidad, Cristo inauguró un pacto nuevo y mejor (He. 8.1–13), pues se presentó a si mismo ante Dios como ofrenda y ofrendante, [Gl. 13 ,Pág 122] en lugar de ofrecer animales como se hacía anteriormente (He. 9.1–10.18).
En la última sección se exhorta al lector a no renunciar a los beneficios de la obra de Cristo como Sumo Sacerdote (He. 10.19–13.17). En un intento por detener la apostasía de algunos (He. 10.19–39), el autor recuerda a los héroes de la fe (He. 11.1–40), y pide que se corra con paciencia la carrera que tenemos por delante (He. 12.1).
Termina con varias recomendaciones prácticas en cuanto a la vida cristiana (He. 13.1–19), una bendición (He. 13.20–21) y saludos (He. 13.22–25).
Autor: Hay varias conjeturas respecto a la paternidad literaria de este libro: Pablo (porque algunos manuscritos posteriores incluyen su nombre), Bernabé, Apolos, Priscila y Aquila, etc., pero todas son eminentemente inciertas. Es improbable que PABLO sea el autor de Hebreos. Tanto su lenguaje como su teología difieren considerablemente del estilo literario y el pensamiento del Apóstol. Lingüística [Gl.11, Pag 122] y conceptualmente, es similar a Lucas-Hechos en el Nuevo Testamento. De todos modos, el autor era un judeocristiano helenista conocedor del idioma griego que estaba empapado extraordinariamente en la Septuaginta, de donde proceden suscitas del Antiguo Testamento. Así que podemos inferir que Hebreos es un documento anónimo.
Fecha: En relación a la datación de la epístola, no puede darse una fecha precisa, y el tema se discute, aunque hay en general acuerdo en cuanto a que fue compuesta en la segunda mitad del siglo I. Los distintos autores interpretan las evidencias de diferentes formas, con lo cual para algunos su redacción data de los años 60 del siglo I, con lo que sería contemporánea de la predicación de Pablo.