Prefacio

Si hay un libro del Nuevo Testamento que exhorte a los cristianos a permanecer fieles “en los últimos días”, ese libro es hebreos. Esta epístola contiene un mensaje especial para un tiempo caracterizado por la apostasía; se dirige al creyente que, ante la incredulidad y la desobediencia prevalentes, debe permanecer firme en la fe.

Hebreos es, por consiguiente, una exhortación a la fidelidad. Si bien enseña la superioridad de Cristo sobre los ángeles, Moisés, Josué, Aarón y Melquisedec, son las exhortaciones que se hallan libremente esparcidas entre las secciones doctrinales las que marcan la tónica. Las amonestaciones revelan el buen corazón y la profunda preocupación del escritor.

En este libro, el escritor suplica constantemente a permanecer fiel al evangelio y no dejarse arrastrar (He. 2:1; 3:12; 4:11; 6:11–12; 10:22–25; 12:25). A los hermanos en la fe se les exhorta a no alejarse del Dios vivo (He. 3:12–13; 4:1, 11). Las consecuencias son realmente inimaginables ya que, según el escritor, “Es cosa terrible caer en manos del Dios vivo” (10:31). Se aconseja a que el creyente oiga obedientemente la Palabra de Dios (He. 4:2–3, 6, 12).

Exhorta a los creyentes a “adorar a Dios de un modo aceptable con reverencia y temor” (12:28). Y llega a la conclusión de que “nuestro Dios es un fuego consumidor” (12:29)—en caso de que esta exhortación sea desatendida.

En una época en que la apostasía es cosa común y “el poder secreto de la iniquidad ya está obrando”, como lo dice Pablo en 2 Ts. 2:7, el mensaje de Hebreos es bastante pertinente. Lo cierto es que no debemos hacer caso omiso a la advertencia que acompaña “una salvación tan grande” (2:3), puesto que no podemos escapar si lo hacemos. En consecuencia, hacemos bien en escuchar atentamente.